lunes, noviembre 23, 2009

LXII

Bendita la Garrido que recita
el canto y la oración a manos llenas,
su voz, un escenario de azucenas,
que pactan en el aire, verso y cita;
fandangos, fados negros, vidalita,
nos libran del osario de las penas,
la sangre rumorosa de sus venas,
proclama lo que el mundo necesita.
Bendito el corazón con que se sube
al cielo literario de una nube,
peldaño tras peldaño de papel;
sirena de coral, rosal en llamas,
que en versos te derramas,
libando el argumento de la miel.