sábado, diciembre 23, 2006

IV

Bendito el arlequín de tu alegría
que sueña con el globo y la cometa,
los segundos que llegan a la meta
al grito de “se puede todavía”;
Bendito el catalejo del vigía
que mira con los ojos del profeta,
la rara conjunción de los planetas
que dicen a los cielos “serás mía”.
Las playas solitarias con arena,
el mar enamorado de las rocas,
la blanca desnudez de las sirenas.
Bendito el universo de tu boca
que muerde con el hambre de la pena
y endulza de belleza lo que toca;

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